La mayoría evita el dolor con una sonrisa falsa, evitando meditar al respecto. El problema con ello es que el dolor nos ayuda a aprender y, en consecuencia, a mejorar.
Los alicientes evitan que la persona aprenda de la experiencia, evitan que se disfrute la verdadera felicidad cuando se logra ese estado, que sólo puede alcanzarse mediante la honestidad consigo mismo.
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