jueves, 5 de mayo de 2011

Foot ball americano

El foot ball americano, un deporte espectacular, sumamente exigente, caballeroso en general, salvo porque es bien visto golpear a alguien desprevenido. Este deporte me enseñó varias cosas importantes:

- Que puedo seguir luchando, aún después de que creía que mi cuerpo no podía seguir. De hecho, y no es broma, recuerdo que cuando me sentía exhausto, me venía a la mente el pensamiento "ya sólo falta la mitad".


- Que el que se lastima se preparó mal.


- Que el golpe que me doy con alguien causa dolor en ambos. El más pesado lleva cierta ventaja, PERO TAMBIÉN LO HAGO SUFRIR. Al saber esto, evito manifestar dolor, a no ser llorón, espero a que el rival sea quien sucumba, el que tiene menos carácter lo hará o alguno de los dos resultará lastimado.


- Que el que se calienta es un naco y el que intenta caer bien es maricón. Que el caballero no necesita agradar para darse su lugar en el juego y hace pomada al débil y al fuerte sin teatralidades. Que no quiero ser una "vedet" celebrando y bailando cuando haga algo bien, sino como el que no juega para que lo vean, sino porque disfruta el juego, que hace las cosas bien, es feliz y es buen compañero.


- Que las personas me alaban cuando las cosas me salen bien y me abandonan cuando me salen mal. Algunas veces, las cosas me salen bien por accidente y me salen mal a pesar de haberlo dado todo. La gente no nota eso, pero aprendi que no importa, apendí a apreciar lo que hago sin importar el resultado, sino el coraje depositado.


- Que un entrenador y el equipo me darán juego si tengo talento, aún cuando mi nula simpatía hacía que les cayera en la punta del hígado, de lo contrario no merecía mi tiempo. Aprendí a darme mi lugar en la bola, en mi propio equipo, sin tener que integrarme en su grupo social, sin vender mi carácter con treguas cuando no estoy de acuerdo con la filosofía de ese grupo social.


- Que si alguien falla, toda la jugada falla, por lo que todos son importantes. Que una super estrella sirve menos que el trabajo en equipo. La estrella se mantendrá brillante en la medida en que dé brillo y se apoye del nada despreciable trabajo de sus compañeros.


- Que debo respetar al rival por su espíritu, no por su tamaño... o me puede sorprender con una vergonzosa derrota.


- Que lo divertido es competir, aún perdiendo, si pierdo con un rival digno, y que la victoria es probabilística en una liga de excelencia. Y que un rival digno me inspira a estudiarlo y enfrentarlo hasta hacerme fuerte, por eso sólo busco rivales con mucha ambición.


- Que si yo soy excelente y pierdo ante un contrincante, al vovler a enfrentarnos seguramente voy a ganar. Cuando gano respeto al rival, y cuando pierdo me respeto a mi.


- Que es extremadamente aburrido vencer a alguien sin talento y sin ambiciones. Lo que disfruto del juego es la competencia y la fuerza que me demuestra un rival, no el sólo hecho de vencerlo. Aunque me enriquece jugar unas partidas con un rival sin talento si tiene un gran corazón.


- Que el liderazgo no lo puedo demostrar gritando, sino siendo sinceramente ambicioso y estar dispuesto a esforzarme con los demás por el triunfo.


Viví la gloria y la derrota, sé lo que es no perder un solo juego, y lo que es no ganar un sólo juego. Constaté que la mayoría de los equipos ganan o pierden antes de empezar un partido.

Viví batallas de película en las que nadie perecía. Corríamos en hilera desde nuestro terreno hacia el terreno de los rivales y nos encontrábamos de golpe a máxima velocidad con ellos. Era un caótico encuentro en donde a veces me sorpendían con un golpe mientras estaba cazando a otro fulano, veía gente con dos colores de uniforme corriendo por todos lados en lo que desde la banca se veía como un movimiento organizado y estratégico.

Observé tribunas celebrando antes de terminar un partido y perdiendo en los últimos segundos.

Observé gente lastimándose sólo por correr, y gente (al jugador de la foto de esta nota) resistiendo caer de cabeza contra el suelo, doblándosele el cuello y la espalda, y levantarse con furia listo para la siguiente jugada.

Así lloviera con granizo o hubiese un solazo; me estuviera muriendo de sed; no aguantara las piernas; me faltara oxígeno; no importaba, se me exigía seguir... y me demostraban que sí podía seguir aún cuando yo mismo había creido que no.

Me enfrenté con gente más corpulenta, otros bocones, algunos bocones y corpulentos... sin amedrentarme.

Aprendí a pedir a Dios la fortaleza para jugar un encuentro, y que mientras lo hiciere no dejara de mirarme, para nunca hacer ni decir algo que le ofendiera. Bienaventurados los que juegan con coraje y sin ira, porque esos son los que se han hecho hombres...



Tauro Mx

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