Sólo estoy un poco fastidiado de mi sociedad. Todo es una moneda de intercambio, los amigos, las fiestas, las novias, el afecto, los negocios, los estudios. Todo supeditado a someternos aunque sea un poco. La gentileza y consideracióm entre los autodenominados "amigos", son monedas de cambio. Si no se puede obtener algo más de ellos, al menos el número de amigos se puede presumir, porque su estado de salud y emocional sólo importa hasta que demuestren que algo se puede obtener de ellos a cambio de la "amistad".
Me amenazan con lamentarlo si no cedo, y tomo fuerza del desapego, ¿cómo van a arremeter contra mí en un mundo civilizado si intentan privarme de cosas que me he mentalizado para no necesitar?, la única forma en que pueden manifestar su molestia es ignorándome, y eso hiere tanto a los débiles, que es suficiente para que cedan temerosos a las demandas vanales del sistema, demandas inadmisibles para el fuerte. El fuerte simplemente no puede tolerar por mucho tiempo las "vivencias" de las muchedumbres débiles, entonces se pregunta qué de valioso podrían éstas aportarle en su vida. En una economía capitalista, en la que el resultado es más importante que la simpatía, el talento desarrollado por el fuerte le abre las puertas para disfrutar la vida, le pese a quien le pese. Un punto de vista al que jamás tendrá acceso la muchedumbre, que está destinada a someterse de por vida y a intentar someter a sus iguales, que en todos los tiempos han sido mayoría, y quienes a su vez, a cambio, también intentarán someterle a sus caprichos.
Lennarth Anaya
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