Una pequeña niña fue a su habitación y sacó un frasco que estaba escondido en su closet. Esparció su contenido en el suelo y contó con cuidado, tres veces, incluso. El total fue contado a la perfección, no había cabida a errores.
Con cuidado regresó las monedas al frasco y, cerrando la tapadera, ella salió sigilosamente por la puerta trasera y caminó 6 cuadras hasta la Farmacia de Rexall, que tenía un gran signo de jefe indio sobre la puerta.
Ella esperó pacientemente a que el farmacéutico le prestara atención, pero estaba muy ocupado por el momento.
Tere movió sus pies para que rechinaran sus zapatos... nada; se aclaró la garganta lo mas fuerte que pudo... no sirvió de nada. Finalmente tomó 25 centavos del frasco y tocó en el mostrador de cristal. ¡Con eso fue suficiente!
- "¿Y que es lo que quieres?" - le preguntó el farmacéutico con tono de disgusto en la voz - "Estoy hablando con mi hermano que viene desde fuera y no lo he visto en años" - le dijo el farmacéutico.
- "Bueno, quiero hablarle acerca de mi hermano" - Tere le contestó con el mismo tono de impaciencia - "Él está realmente muy, muy enfermo... y quiero comprar un milagro".
- "¿Perdona?" - dijo el farmacéutico.
- "Su nombre es Andrés y algo malo ha estado creciendo en su cabeza y mi papi dice que sólo un milagro puede salvarlo. Ahora dime, cuánto cuesta un milagro."
- "Nosotros no vendemos milagros aqui, chiquita. Lo siento pero no puedo ayudarte" - dijo el farmacéutico con voz suave.
- "Oye, tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré lo que falte. Sólo dime cuanto cuesta."
El hermano del farmacéutico, que era un hombre muy bien vestido, intervino y le preguntó a la niñita: "¿Que clase de milagro necesita tu hermano?"
- "No sé" - replicó Tere, con los ojos muy abiertos - "Yo sólo sé que está muy enfermo y mami dice que necesita una operación, pero mi papi no puede pagarla; pero yo sí tengo dinero"
- "¿Cuánto tienes?", le preguntó el hombre.
- "Un dólar con diez y once centavos" - contestó Tere, apenas audible, esa cifra un poco rara.
- "Y ése es todo el dinero que tengo, pero puedo conseguir más si es necesario"
- "Bueno, qué coincidencia" - sonrió el hombre - "Un dólar y once centavos... el precio exacto de un milagro para los hermanitos".
El tomó el dinero en sus manos y con la otra sostuvo su pequeña mano enguantada y dijo: "Llévame a donde vives, quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si tengo el milagro que necesitas"
Ese hombre bien vestido era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano especializado en neuro-cirujía. La operación fue completamente gratis y sin cargo alguno por su estancia en el hospital hasta que Andrés regreso sano a casa.
- "Esa cirugía" - susurraba su madre - "Fue un milagro real. Ya me imagino cuanto podría costar"
Tere sonrió. Ella sabía exactamente cuanto cuesta un milagro... un dólar con once centavos... más su fe, más la buena voluntad de un profesionista con vocación.
En nuestras vidas nunca sabemos cuántos milagros vamos a necesitar; o cuántos podremos otorgar. Un milagro no es la suspención de una ley natural, sino la implementación de una ley superior.
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